En
términos generales, la raza humana tiene el sublime privilegio de poseer el
mensaje de Dios, las Escrituras, que fueron inspiradas por Dios mismo y que
santos hombres hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. (2 Tim. 3:16,
2Pedro 1:21)
En
nuestros tiempos de era digital, la Biblia está siendo distribuida como nunca
antes. Somos testigos en como las Escrituras diariamente llegan a millones de
personas a través de la radio, televisión y especialmente en las redes sociales. Existen aplicaciones de la Biblia que la
hacen accesibles en tabletas y teléfonos inteligentes; una sola aplicación
tiene la accesibilidad a distintas traducciones de la Biblia y en cientos
idiomas.
En
una forma más personal, cuando el cristiano se relaciona con las Escrituras, le
compara con unas laboras ministeriales que le beneficia a sí mismo y con
aquellos que se relaciona, comenzando primordialmente con los de su familia.
El Cristiano es comparado como un soldado y las Escrituras como su instrumento de defensa
“Tu
pues, se participe de los sufrimientos como buen soldado de Cristo Jesús.
Ninguno en campaña militar se enrede en los negocios de la vida, a fin de
agradar a aquel que lo alistó como soldado.”
En el primer siglo el arma principal de un soldado era su espada y el
apóstol Pablo enseñaba que las Escrituras es “la espada del Espíritu”, Efesios
6:17.
Hay
momentos que nos enfrentamos con muchas batallas que atentan con quitarnos la
paz y la tranquilidad en nuestros ambientes laborales y familiares. En las Escrituras encontramos consejos y guía
práctica para enfrentar los diversos retos de la vida. De manera que las luchas
que involucran celos, venganzas, resentimientos, malos entendidos, irrespeto,
incomprensión, racismo, discriminación, etc. pueden ser conquistadas al hacer
una práctica genuina del consejo bíblico. Nuestras múltiples relaciones interpersonales
gozaran la bendición de tener la luz de las enseñanzas divinas que disipa toda
oscuridad destruidora de las buenas relaciones. (Salmos 119: 105)
El Cristiano es comparado con un sembrador y las Escrituras como la semilla
En
la interpretación de la parábola del Sembrador, Jesús dijo: “Ahora bien, la
parábola quiere decir esto: La semilla es la palabra de Dios: (Lucas 8:11)
Recuerdo
cuando trabajaba como agricultor con mi abuelo; en una ocasión mi abuelo sembró
una semilla de mango y nació una linda plantita de mango. Junto con mi abuelo le dimos mucho cuidado
limpiando el área alrededor de la planta, le hicimos un cercado para protegerla
de los animales, la regábamos cuando la lluvia era escasa, etc. Poco a poco fuimos viendo crecer el árbol de
mango el cual comenzó a producir muchos frutos.
Hoy, cuatro décadas más tarde, ha producido por muchos años, bajo su
sombra los animales descansan y se protegen del caluroso sol, muchas aves hacen
allí sus nidos. Así es la palabra de Dios en las manos del que enseña las
verdades del Reino de Dios. (Leer Mateo
28:19-20)
Los
alcances misioneros, evangelisticos y discipulado de la iglesia deben de
comenzar en el ambiente de la familia nuclear y después seguir a otros lugares.
Es el hogar donde papá y mamá siembran la palabra de Dios en los corazones de
sus hijos y dedican el tiempo para enseñar y modelar los valores cristianos. “Instruye al niño en su camino, y aun cuando
envejezca no se apartar del” (Proverbios 22:6)
El Cristiano es comparado con un siervo y la Escritura como su fuerza
“Porque
el siervo de Dios no debe ser contencioso, sino amable para cono todos, apto
para enseñar, sufrido;” (2 Timoteo 2:24)
La
palabra de Dios nos da el sentido de ser, pues todos hemos sido creados y imagen
y semejanza de Dios, (Génesis 1:26-27). Sin embargo, los esclavos del primer siglo
no tenían ningún derecho como lo tenían las personas libres. Ellos eran una
propiedad de sus amos como cualquier otro objeto.
Pero
cuando Jesús llegó, El revolucionó con sus enseñanzas para establecer relaciones
de amor y respeto mutuo. “Así que, todo cuanto queráis que los hombres os hagan
a vosotros, así también hacedlo vosotros con ellos, porque esto es la ley y los
profetas” (Mateo7:12) Este llamado a hacer el bien era para todos
por igual, a amos como también a siervos.
El
Apóstol Pablo escribió a Timoteo diciendo: “que los siervos…estén aptos para enseñar”
y podemos enseñar con la palabra hablada, mas si la enseñanza está acompañada con
el ejemplo práctico, toma un valor profundo y duradero.
“Siervos, obedeced a vuestros amos
terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo;
no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como
siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de
buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien
que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. Y
vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el
Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas.”
(Efesios 6:5-9)
La enseñanzas del apóstol Pablo van más
allá de lo que se esperaba de los siervos, el les pide a los amos a ‘hacer lo
mismo’. Imagínese la reacción de los amos cuando se leyó la carta en la Iglesia
en Éfeso; sabiendo que Dios no hace acepción de personas, entonces los siervos
como los libres (y que eran amos) son también siervos de Señor que está en los
cielos.
Así que los ‘amos’ deben “servir de buena voluntad, como
al Señor y no a los hombres”. Este
amparo de las Escrituras ponían a los siervos (no libres) en una libertad por
encima de las libertades sociales, políticas, culturales, y económicas de los
pueblos. A los amos los ponía bajo las ordenanzas de “hacer lo que es justo y
equitativo con sus siervos, sabiendo que también ellos tienen un Amo en los
cielos”, Dios. (Colosenses 4:1)
¿Cómo esta su relación con su conyugue, con su padres o
hijos, con sus supervisores o las personas que usted supervisa? Y en la iglesia,
¿Cómo está la relación del pastor y los miembros de la iglesia?
Sin duda, ¡tenemos mucho por aprender! y esperamos que
las enseñanzas que aprendemos de las Escrituras nos ayuden a mejorar nuestras
relaciones en el hogar, en la iglesia, en nuestros lugares de empleo, y en la
comunidad en general.